Originally published on September 22, 2020, in English
Traducido por Gisela Orozco
AVISO SOBRE EL CONTENIDO: Tiene representaciones gráficas de violencia; menciones de violencia, asalto sexual, violencia de género.
Manifestantes y peatones presenciaron con horror cómo una pequeña protesta no violenta contra el feminicidio la tarde del sábado, 19 de septiembre, fue atacada por la Policía de Chicago (CPD). Las organizadoras dijeron que la violencia tenía la intención de silenciar la libertad de expresión.
Una coalición de activistas de varios grupos, entre ellos Femme Defensa, Black Rose/Rosa Negra, el Comité General de Defensa de Chicago, la Red de Solidaridad de La Villita, y Chi Resists, se manifestaron afuera del Consulado de México en Chicago, ubicado en el 204 S. Ashland Ave., en solidaridad con las protestas en México en contra del rápido aumento de feminicidios y violencia de género. Eligieron el consulado como sitio para expresar su mensaje al gobierno mexicano.
El 7 de septiembre en la Ciudad de México, el Colectivo Ni Una Menos ocupó la sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, convirtiéndola en un refugio para sobrevivientes de la violencia contra las mujeres. La corrupción política generalizada, el crimen organizado y la indiferencia estatal están todos implicados en las altas tasas de casos de violación y asesinato sin resolver en México. En 2020, un promedio de diez mujeres han sido asesinadas cada día. En agosto de 2019, estallaron protestas cuando la policía mexicana fue acusada de violar a dos adolescentes.
“Han habido grupos feministas y de madres, mujeres que han sido desaparecidas, asesinadas y violadas en México. Están ocupando [las instalaciones de] comisiones de derechos humanos en diferentes ciudades para exigir el fin del femicidio”, explicó Betty, una organizadora de Chi Resists que pidió no publicar su apellido.
El sábado en Chicago, las organizadoras habían planeado mostrar su apoyo a las activistas mexicanas con discursos y proyectos de arte comunitario afuera del consulado y varias mujeres y “femmes” haciendo un “die-in” (una simulación de personas muertas como forma de protesta), en la intersección de la avenida Ashland y la calle Adams, a dos cuadras al norte del consulado y a las afueras del parque Union.
Durante la protesta, el consulado parecía estar cerrado y al cierre de edición, no habían respondido a las peticiones de comentarios de South Side Weekly.
Cuando los manifestantes llegaron para organizar sus acciones artísticas, los oficiales de la policía les preguntaron si la protesta iba a ser “pacífica” o no. Los manifestantes también contaron que les dijeron: “Nosotros controlamos estas calles”.
Las organizadoras colocaron pancartas, muestras de arte y pintaron consignas en la pared exterior del consulado. Después de rodear la intersección, las activistas se metieron en bolsas de basura para representar a mujeres negras y latinas asesinadas en Chicago y cuyos casos siguen sin resolver.
Las manifestantes también señalaron los altos índices de violencia doméstica entre los agentes de policía estadounidenses, así como la falta de justicia para las víctimas de agresión sexual, ya que los kits de violación (exámenes de asalto sexual) en todo el mundo siguen sin comprobarse en índices decepcionantes.
“Notamos estas tendencias en México y en Estados Unidos”, dijo una activista que pidió usar el apodo Lily. “Estos sistemas son supremacía blanca y patriarcales, trabajan mano a mano, y no importa quién trabaja para la policía. Es un sistema que pretende ignorar la negligencia y no apoyar a las mujeres, las personas de género no binario y a las mujeres trans”.
Las activistas no tuvieron la oportunidad de iniciar la protesta “die-in”, pues llegaron más policías y exigieron que el grupo se moviera sobre la acera. La protesta llevaba algunos veinte minutos, y no se había planeado que durara mucho más tiempo.
Los oficiales usaron sus bicicletas para forzar al grupo a retroceder, golpeando a las mujeres jóvenes con los cuernos y las llantas. Lily reportó ver a alguien tomar su inhalador después de haber sido golpeada en el pecho, posiblemente sufriendo un ataque de asma.
“En cierto momento no podía moverme más porque había gente detrás de mí, y le estaba diciendo a [un oficial de policía] que por favor no me empujara”, dijo Betty.
La demostración terminó casi tan rápido como comenzó. Mientras las activistas se preparaban para retirarse, temiendo por la seguridad de las madres y los niños entre la multitud, la policía continuó empujándolas con sus bicicletas.
“Vi a los policías acercarse inmediatamente a las mujeres que llevaban la pancarta en algún lugar de la acera”, dijo Lily. “Y algunos de ellos se acercaron muy rápido e invadieron su espacio y estaban, te lo juro, a centímetros de sus caras, diciéndoles que se fueran, que se movieran. Y esa no es una forma de apaciguar las cosas”.
Fue testigo de cómo la policía empezó a golpear a las manifestantes mientras luchaban por la pancarta, justo en la esquina noroeste de la intersección. Después de eso, ocurrió la primera correteada.
Una declaración emitida por un portavoz del CPD dijo que las manifestantes “fueron agresivas y comenzaron a pelear con oficiales”.
La declaración es inconsistente con los testimonios de testigos de la escena. Los manifestantes le dijeron al Weekly que sentían que su intento por tener un evento pacífico fue aplastado inmediatamente, y que la policía provocó los altercados físicos, no al revés.
“La policía simplemente se adelantó y persiguió a una joven hasta que la agarraron. Fue una pelea”, dijo Betty. Ella y otras activistas se sorprendieron al ver a CPD responder tan enérgicamente a una acción tan pequeña, y una que incluía niños. “Vi a la gente recibir puñetazos y codazos. Varias veces me empujaron con una bicicleta”.
Las manifestantes le dijeron al Weekly que fueron empujadas sin provocación, agarradas, golpeadas con sus bastones y bicicletas.
La policía informó que dos agentes mujeres resultaron heridas y recibieron atención en el lugar de los hechos por parte del Departamento de Bomberos de Chicago (CDF) y luego las dejaron irse.
Después de empujar a la multitud, la policía arrinconó a un grupo a un lado del consulado.
“Estaban torciendo el brazo de una muchacha, empujándola contra la pared”, dijo Lily. “Ella gritaba y lloraba, y había gente que le preguntaba a los oficiales, ‘¿por qué las detienes? ¿Por qué las detienes?’”.
Más abajo de la calle, la policía arrinconó a tres mujeres trans contra una cerca. Los testigos les gritaron: “¡Abusador! ¡Violencia doméstica!”, mientras veían al grupo de oficiales exclusivamente masculinos someter a las mujeres, agarrando y estirando de las extremidades a una joven manifestante.
A una activista se le levantó el vestido mientras la policía la agarraba, exponiéndola públicamente. Los agentes no hicieron ningún intento por ayudarla.
Otros oficiales persiguieron a una manifestante por un callejón. Cuando la alcanzaron, la policía se le amontonó encima.
“Durante años hemos protestado en Pilsen y en el consulado, incluso generaciones antes que nosotros”, dijo Betty. “Nunca habíamos vivido este tipo de violencia, y realmente empezamos a sentir que se limita nuestra libertad de expresión”.
Sus sentimientos son consistentes con lo que otros han dicho desde la represión violenta de una protesta liderada por jóvenes en el centro el 15 de agosto, un incidente en el que la policía agredió a los manifestantes, roció una peligrosa cantidad de gas pimienta sobre una multitud indefensa, y luego persiguió y orilló a los heridos contra un edificio. Desde esa protesta, muchos han expresado dudas sobre manifestarse en el centro de la ciudad, lo que plantea la pregunta: cuando se le teme demasiado a la policía para protestar, ¿realmente es uno libre de protestar?
“Están usando esto como una forma de intimidación. Intimidación y miedo para evitar que la gente use el poder colectivo”, dijo Lily.
El impacto disruptivo de una protesta grande se atenúa cuando se le obliga a salir del distrito central de negocios, pero al parecer, incluso los eventos comunitarios más pequeños son ahora blanco de la escalada (policial).
Un manifestante contó que escuchó a un oficial murmurar: “Estamos cansados de todo esto”, justo cuando comenzaban los empujones con las bicicletas.
Después de que la policía metió a las arrestadas en las vans, siguieron usando sus bicicletas para forzar a la gente a retirarse. Captado en video, se puede ver a un oficial golpeando agresivamente con su bicicleta a una activista; otro oficial a su lado le pone una mano en el hombro, diciéndole que se “calme”.
Consternados, los manifestantes regresaron a su punto de partida frente al consulado. En el camino, la policía volvió a empujar a las activistas sin aparente provocación, diciéndoles que siguieran moviéndose.
Momento en que arrestaban a una manifestante. Foto por Óscar Sánchez.
El sábado tres manifestantes fueron arrestadas; pasaron dos noches en la cárcel.
Las activistas se apuntaron para turnos de apoyo durante todo el fin de semana. Repartieron cargadores portátiles de teléfono, agua y pan. Como dijo una oradora en el mitin del sábado, “nosotras nos tenemos que cuidar, nadie nos va salvar”.
Antes de ser liberadas el lunes, 21 de septiembre, las tres fueron acusadas de agresión agravada a un oficial de la paz. Las organizadoras están pidiendo que se retiren los cargos, señalando la práctica de escalada y agresión policial que experimentaron ese día.
“Es desafortunado que hayamos tenido que vivir casi lo mismo contra lo que estamos luchando”, dijo Betty.
Raven Geary es una escritora freelancer y narradora visual. María Maynez es una periodista freelancer y organizadora comunitaria con sede en el lado sureste. Esta es la primera historia de ambas para el Weekly.