The light changed to red. As I stopped, a ragged clown stepped in front of the car. With movements more hungry than artistic he showed me his hands: nothing here, nothing there. He took four small balls out of his pocket, lit them on fire, and tossed them into the air. The fireballs leapt from his asbestos hands over and over, not stopping or falling, faster and faster, the flames growing hotter and more intense. They were four comets in the same orbit, each following another’s wake before biting its tail to create a perfect loop encircling infinity. The hole was black for a moment but soon turned green. Swallowed by the light, I put my foot down, hard, on the gas.
La luz cambió a rojo. Al detenerme, el harapiento bufón se paró frente al carro. Con maneras más hambrientas que artísticas me mostró sus manos, nada por aquí, nada por allá. Sacó de sus bolsillos cuatro pequeñas esferas, les prendió fuego y las lanzó al aire. Las bolas de fuego saltaban de sus manos de amianto una y otra vez, sin parar, sin caer nunca, cada vez más rápido, el fuego más y más intenso, más caliente, eran cuatro cometas viajando en la misma órbita, cada uno persiguiendo la estela del otro hasta que lograron morderse las colas y crearon un aro perfecto que encerró el infinito. El agujero por momentos fue negro pero pronto volvió a cambiar a verde. Fui tragado por la luz, hundiendo hasta el fondo el acelerador.
Translated from Spanish by Rachel Schastok. Originally published in Contratiempo, a Chicago-based Spanish-language literary journal.