Photo Credit: Alma Campos
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Originally published on October 27, 2020, in English

En un domingo por la tarde, bajo un cielo gris y un clima frío, los residentes de lado este de la ciudad, o el East Side, y el grupo Bridges//Puentes se reunieron en el East Side Memorial en la intersección de la avenida Indianapolis en calle 100th y la avenida Ewing. Los organizadores y los participantes se pintaron las caras con maquillaje de muertos para simbolizar las enfermedades y las muertes causadas por las industrias contaminadoras de la zona.

El grupo saludaba a los ciclistas que asistieron provenientes de comunidades cercanas: Hegewisch, Slag Valley, Bush, South Deering, South Chicago e incluso llegaron personas del suroeste de la ciudad. Algunos vinieron listos con pintura facial de “zombies” o del Día de los Muertos; algunos colocaron carteles debajo de los cuernos o del cuadro de sus bicicletas para mostrar su oposición a la mudanza de [la trituradora de metales] General Iron al lado sureste.

El racismo ambiental fue tema de discusión en el segundo y último debate presidencial solo días antes. El presidente Donald Trump se enfocó en las ganancias de las industrias pesadas; El ex vicepresidente Joe Biden se centró en la salud y seguridad de las comunidades vulnerables ubicadas junto a moledoras, fábricas y refinerías de petróleo. Fue un contraste tan fuerte en las prioridades. Y, sin embargo, aunque Biden cree que estas empresas representan una amenaza para la salud de las personas, la respuesta de Trump fue: “Las familias de las que estamos hablando tienen mucho trabajo y están ganando mucho dinero, más dinero del que nunca han ganado”.

Photo by: Alma Campos
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Pero esa no es la realidad para Samuel Corona, de cuarenta años, activista comunitario, padre y residente del sureste desde hace mucho tiempo, una de las muchas comunidades a lo largo del corredor industrial del Río Calumet. Corona se involucró en su comunidad después de regresar del Cuerpo de Marines y notó que unos de sus hijos tenían problemas respiratorios en los veranos. Estaban sin aliento y tenían los mismos síntomas del asma. “No soy un hombre rico, entonces, ¿qué les estoy heredando a mis hijos? ¿Aire contaminado, tierra contaminada, agua contaminada?” preguntó Corona.

Corona está hablando de la larga historia de contaminación causada por compañías que operan en el área: US Steel, KCBX y ahora General Iron, la controvertida instalación de metales programada para ser reubicada del vecindario de Lincoln Park al East Side a pesar de años de rechazo de la comunidad (y varios explosiones) en su ubicación anterior. Corona señala a la Municipalidad y a los líderes locales. “Necesitamos ver cómo la Ciudad está permitiendo regulaciones tan ligeras. Esto crea una condición que hace que estas comunidades sean prisioneras en sus propios hogares”.

Crystal Vance Guerra, de treinta y dos años, organizadora de Puentes//Bridges, dice que este tipo de acción creativa, teatral o basada en la actuación nació del tiroteo policial de George Floyd en mayo, las protestas de Black Lives Matter que le siguieron, y la crisis del COVID-19. “Estamos al borde del abismo”, dijo Vance Guerra.

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Desde mayo, el grupo se ha movilizado en torno a cuestiones de justicia social como la brutalidad policial y la inmigración. “La gente se está muriendo, no hay trabajo, los niños en la frontera están enjaulados, la brutalidad policial está ocurriendo… no tenemos nada que perder”, dijo Vance Guerra.

Cuando comenzó el evento, los manifestantes repartieron carteles y vendieron cubrebocas y camisetas con un mensaje claro: Afuera General Iron, Fin al Racismo Ambiental.  

Luego, alrededor de una docena de ciclistas se dirigieron dos millas al sur, donde se unirían a una manifestación en la secundaria George Washington, antes de marchar hacia la casa de la concejala del distrito 10, Susan Garza, quien no pudo bloquear la reubicación de General Iron ni involucrar completamente a los residentes en el asunto. Las protestas fueron encabezadas por estudiantes de secundaria: las voces más jóvenes ahora son las más fuertes. No quieren heredar la contaminación del aire, la tierra y el agua de la que habló Corona.

“Washington está a solo unos metros del sitio adonde se mudará General Iron… un contaminante de metales, por lo que realmente estamos trabajando para asegurarnos de que nuestros estudiantes no respiren ese aire”, dijo Trinity Colón, de diecisiete años, líder estudiantil del grupo Voces de Estudiantes. “Se están aprovechando porque la escuela es de bajos ingresos y predominantemente latinx, así como la comunidad en general”.

Washington High School es la única escuela secundaria pública en el vecindario del East Side. Tiene una población estudiantil de 1,440 con el noventa y cinco por ciento de estudiantes de minorías (mayormente latinx) y ochenta y seis por ciento de estudiantes de bajos ingresos, según la Junta de Educación del Estado de Illinois.

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“La razón por la que esta marcha está sucediendo es porque una y otra vez, les hemos pedido a nuestros líderes electos, como Garza, que hagan cosas sencillas como escribir una carta a la alcaldesa y [a la comisionada de Salud Pública Allison] Arwady para declarar públicamente que no quiere que esto suceda en el vecindario, pero no lo hace”, dijo Chuck Stark, un maestro de ciencia en George Washington High School a la multitud de estudiantes, familias y residentes preocupados, frente a la casa de Garza.

Según Stark, la noche anterior, Garza le informó a los estudiantes que no enviaría una carta a los funcionarios de la ciudad. “Lo hace en privado pero no en público, y es por eso que tenemos a estos estudiantes diciendo, ‘ya es suficiente'”, dijo Stark.

El South Side Weekly intentó comunicarse con la oficina de la concejala el domingo para pedirle un comentario, pero no recibimos una respuesta. En declaraciones anteriores, Garza ha dicho que quería detener los permisos y licencias ambientales hasta que puediera haber una participación pública significativa. Garza también afirmó que debido al COVID-19, los residentes de la comunidad no pudieron participar. Pero en octubre, la concejala dijo que no sabía que uno de los dos permisos necesarios para reubicar a General Iron había sido aprobado y, según Block Club Chicago, la ciudad no publicó ningún tipo de aviso público del permiso aprobado hasta dos semanas después. Otro permiso de la ciudad aún está pendiente.

Rumbo a la casa de Garza, Jerry Crum, un residente de setenta y tres años, estaba sentado afuera de su casa en la calle 113th y la avenida O. Mostraba un letrero con las palabras, Alto General Iron (Stop General Iron) y alzaba la mano, indicando su apoyo a los manifestantes. Crum tenía un tanque de oxígeno a un lado con tubos conectados a la nariz para ayudarlo a respirar. Ha vivido en el lado sureste desde que tenía doce años.

“Cuando era niño, había muchas cosas que caían sobre la casa. Republic Steel mandaba gente a pintarle a uno gratis. Esa fue una buena pista… en aquellos tiempos”. 

Crum dijo que muchos amigos y vecinos se enfermaron y algunos murieron de problemas pulmonares, al igual que su padre. “No sabía que eso estaba volando en el aire, pero aparentemente sí”. 

El Departamento de Policía de Chicago se presentó en la manifestación de la escuela, siguió la marcha hasta la casa de Garza y ​​rodeó a los manifestantes durante toda la protesta. Al llegar a los escalones de enfrente, los residentes hablaron y exigieron que saliera. Colón intentó tocar la puerta de la casa de Garza, pero un policía intervino y le pidió que no entrara ilegalmente en una propiedad privada. Garza no abrió la puerta y no estaba claro si estaba en su casa. 

“Ha habido mucho conflicto con ella, muchas reacciones negativas”, dijo Colón. “No ha habido un espacio para que interactuemos con ella, especialmente en temas como este… ella no está escuchando a los jóvenes”.

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COVID-19 también ha jugado un papel importante en la movilización de los estudiantes. “Creo que ha habido mucha reflexión en la comunidad, en términos de dónde viven”, dijo Colón. “No es tan agradable desde el exterior como otras comunidades, pero nos merecemos que sea”.

En el memorial del East Side, donde comenzó el acontecimiento, un tanque M60 se encuentra en el mismo lugar donde se instaló hace casi medio siglo. Hay dos carteles de metal colgando de un monumento de piedra al lado. Uno lee “East Side Memorial” y cuelga de un lado; los tornillos que lo sujetaban se cayeron. Otro letrero de metal que antes estaba ahí, decía: “East Side”. El monumento se instaló en 1979 para reconocer a los trabajadores locales de las acerías y la producción de armamentos durante la Segunda Guerra Mundial.

En las paredes del viaducto que conecta la calle 100th y la avenida Ewing hay un mural que se está pelando. Los trenes de carga corren por encima y todo está debajo del Chicago Skyway. En este mural olvidado hay un barco de carga descolorido. En el barco está la frase, “Orgullo East Side” (Pride East Side).

En agosto, grupos ambientalistas locales en el lado sureste presentaron una demanda de derechos civiles ante el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de los Estados Unidos (HUD por sus siglas en inglés). La demanda establece que la decisión de permitir a General Iron en el East Side es “solo una instancia discreta del esfuerzo permanente y duradero de la Ciudad de Chicago para facilitar la reubicación de industrias de vecindarios blancos y ricos a vecindarios negros y latinos”.

El HUD está investigando actualmente si ha habido discriminación de vivienda en el área durante la administración de Lightfoot.

El 21 de octubre, dos ministros también presentaron una demanda federal para evitar que General Iron se mudara al distrito 10, alegando que la administración de Lightfoot ha participado en el racismo ambiental al aprobar dos permisos para la trituradora, y sin aviso público.

Según la demanda, General Iron y el ex dueño de la instalación, la familia Labkon, han contribuido $750,000 para influir a los funcionarios del Ayuntamiento de la ciudad desde 2005. Entre los mayores beneficiarios se encuentran el concejal y presidente de zonificación Tom Tunney ($72,250), presidente de finanzas Scott Waguespack ($66,500), concejala y presidenta de ética Michele Smith ($25,500), y el concejal y presidente del comité de protección ambiental George Cardenas ($18,500).

“Nuestras comunidades de fe, como las comunidades negras y latinas de esta ciudad, se ven obligadas a aceptar a otro vecino contaminante más. General Iron es solo el último de una larga lista: MAT Asphalt, Hilco y Sims Metal Management”, dijo el reverendo Roosevelt Watkins III, pastor de la Iglesia Bautista Misionera Bethlehem Star, en un comunicado.

“En pocas palabras: el sur de Chicago obtiene la ‘yarda’ de chatarra; el lado norte recibe [la construcción multimillonaria] Lincoln Yards”.

Actualización, 28 de octubre del 2020: Esta nota ha sido actualizada para incluir la demanda reciente.

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Alma Campos es una reportera bilingüe basada en McKinley Park. Su escritura ha salido en Univision Chicago y WTTW digital y se enfoca en las comunidades inmigrantes y de color de clase trabajadora en los lados sur y oeste. Este es su primer reportaje para el Weekly.

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