Traducido por Alma Campos
El martillo y el cincel son sus principales herramientas y el barrio de South Chicago es su base. El escultor y pintor Román Villarreal es la definición de un artista rebelde o “outsider”, de afuera. Villarreal está armado con toda una vida de experiencias en el sur de Chicago, cerca de la frontera con Indiana. Es de los que les gusta ensuciarse y, de vez en cuando, prender un churro en el estudio. Su enfoque en la clase obrera suele ser “demasiado” para el mundo del arte pretencioso.
En los años 50, los padres de Villarreal trabajaban como campesinos en Michigan cuando escucharon que había escasez de trabajadores en las fábricas de acero de Chicago. “Así que mi padre, sus hermanos y algunas otras personas que estaban juntas vinieron aquí y fueron contratados como trabajadores en la acería. Pero lo que no sabían es que eran rompehuelgas”, le dijo al Weekly.
Su padre fue contratado y logró trabajar ahí por treinta y tantos años, lo que casi le dió a su familia una vida de clase media. Villarreal recuerda que los barrios de South Chicago y East Side estaban segregados racial y étnicamente, pero había un verdadero sentido de camaradería entre los niños cuyos padres trabajaban en las fábricas. Jugaban afuera todos los días desde el amanecer hasta el anochecer con mínima supervisión.
Villarreal tuvo un trabajo “de verdad” por aproximadamente un año antes de ser reclutado por las fuerzas armadas. Ahí es donde su conciencia política comenzó a tomar forma. Empezó a pensar en su identidad y en dónde pertenecía.
“Fue a través de unos camaradas de California que me hice chicano. Fue una educación sobre el panorama general, porque muchos de nosotros ni siquiera sabíamos que había una guerra, y mucho menos los problemas que estaban [afectando] a nuestra gente en el suroeste [de EEUU], los campesinos, porque no sabíamos, ni siquiera veíamos la tele en esos días”, dijo.
El vecindario de South Chicago tuvo la mayor cantidad de muertes per cápita en los Estados Unidos a causa de la Guerra de Vietnam y hay un monumento permanente en la histórica Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en honor a estos hombres que en su mayoría eran mexicoamericanos.
Pero aquí estaban pasando demasiadas cosas como para escuchar realmente a esos soldados que regresaban a casa. Con los salarios de las fábricas y acerías, las familias obreras en el área por primera vez se convirtieron en dueños de casa, compraron automóviles y abrieron negocios. Pero de repente, las acerías comenzaron a cerrar y la vida de las personas cambió. Casi de la noche a la mañana sus propiedades estaban siendo embargadas, recuerda Villarreal.
Los llamados “sangrientos años 90” son “cuando todo se puso difícil. Quiero decir, la tasa de homicidios comenzó a subir”, dijo. “Pero todos estos jóvenes que estaban involucrados en eso eran todos hijos de los hombres que fueron desplazados por las acerías…cuando las acerías cerraron, fue cuando todo cambió para todos. Se vió alcoholismo, drogas, divorcio, depresión, todas esas cosas que no estaban ahí”.
Él fue testigo del colapso de esta comunidad a través del lente de un artista. Durante estos tiempos difíciles, Villarreal decidió que tomaría su destino en sus propias manos, por el bien de sus hijos y su familia. “Éramos [nomádicos], solíamos trabajar en todas las ferias de festivales dentro de un área, cada fin de semana trabajábamos en algún lugar para ganar ese dinero extra”, dijo.
Pero también sufrió pérdidas. Perdió a su hermano menor a las drogas y conoció a muchos muchachos que fueron a prisión.
Villarreal racionaliza esto tranquilamente como una consecuencia de esos tiempos. “Se nos dieron muy pocas opciones en ese momento. Así que se cometieron errores, entramos en el mercado negro, ya sabes, lo clandestino y todo eso. Y lo malo es que si eras un herrero desempleado con una educación mínima, ahora eres un herrero desempleado con antecedentes penales…”
Un documental de Steven Walsh potencialmente llamado “The Gray” incluirá a Villarreal y las historias de otros residentes que enfrentaron el fin de la industria del acero.
De niño, a Villarreal le encantaba jugar con la plastilina, y más tarde aprendió a usar otros tipos de materiales orgánicos. Había otros artistas en la zona que eran descendientes de mexicanos y lo inspiraron, así como los muralistas José González y los hermanos Francisco y Vicente Mendoza —pero no muchos escultores. Pasarían años antes de que conociera a otros escultores que llegaron de México y fuera del estado.
Villarreal fue a la escuela de arte sólo de pasada. Dice que se sentaba en las clases de sus amigos en el Instituto de Arte de Chicago y tomaba lo que le era útil. Creía que la academia, en ese momento, reprimía su creatividad.
“La cosa de ser artista, no hay casi nada con lo que no puedas trabajar. Y esa es la belleza de ser un artista de afuera, porque muchas de las técnicas que aprendes están mal vistas en la educación. En otras palabras, no trabajas con este material, no mezclas esto con esto. Tratan de que no uses el negro… Pero cuando eres un artista de afuera y estás aprendiendo, usas todo y cualquier cosa hasta que te das cuenta que esto funciona, eso no funciona, es prueba y error”, dijo.
El lado sureste de Chicago se sentía aislado del resto de la ciudad y Villarreal tuvo que buscar formas de exponer sus obras. Hubo un creciente sentido de solidaridad entre los artistas latinos en los años 70 que condujo a colaboraciones y amistades entre vecindarios, especialmente con y entre artistas de Pilsen. Un festival de arte del Museo de Ciencia e Industria reunía a muchos de estos artistas cada otoño.
Esas relaciones generaron conversaciones con González sobre la idea de abrir un museo chicano; nunca se materializó, pero llevó a otros a desarrollar el Museo Nacional de Arte Mexicano, dijo. Villarreal fue uno de los artistas que se presentaron en la primera exhibición del museo. Después, sin embargo, él y algunos de sus contemporáneos volvieron a ser “artistas de afuera” con su continua búsqueda por el reconocimiento. La mayoría buscaba el reconocimiento institucional; Villarreal principalmente quería conectarse con su comunidad y mantenerse económicamente.
Quizás su obra de arte más pública es una escultura de bronce de una familia de clase obrera en la entrada del parque Steelworkers llamada “Tributo al pasado” inaugurada en 2015.
“Crecimos con el ruido, los golpes, el tintineo del acero. Toda nuestra vida era el ruido de las acerías. Cuando cerraron las fábricas y tuvimos acceso al parque, fue la primera vez que fuimos al lago”, le dijo Villarreal anteriormente al Weekly. “Nunca nos dimos cuenta de lo cerca que habíamos estado del lago todos estos años”.
Villarreal ha trabajado todo tipo de piedra. “Mi primer medio, mi pasión, siempre ha sido la piedra. Siempre me ha gustado el hecho de trabajar duro y sudar como una forma de vida. Sientes como si vas a completar un duro día de trabajo porque somos trabajadores”, dijo.
Villarreal está acostumbrado a trabajar con piedra caliza, a la que llama “piedra urbana”, y no tiene pena de buscar esta piedra en su propio vecindario, en lotes baldíos y viejos sitios industriales. También trabaja con una piedra caliza más suave de Texas, alabastro de Colorado, y se siente honrado de haber trabajado con serpentina italiana y su favorita, serpentina africana.
Pero con la pandemia, muchas canteras de piedra han cerrado y obtener el material se ha vuelto caro. A veces usa minerales más asequibles o menos resistentes como el antimonio, y siempre está buscando material en estados tan lejanos como Nueva York o California, pero el envío es costoso.
Hace un par de años, el Museo Intuit, cuya misión es exhibir el arte de “afuera”, contactó a Villarreal para exhibir su trabajo. Los miembros del museo visitaron sus tres estudios y eligieron unas cuantas docenas de obras de arte, en su mayoría esculturas, para exhibirlas.
Aunque tuvieron que poner la exposición en pausa durante lo peor de la pandemia, se inauguró el 15 de junio y es la primera exhibición retrospectiva de Villarreal, la cual captura “las luchas y los triunfos que siguieron a la caída de la industria de la acera. Aborda temas complejos a través de la experimentación creativa y en una diversidad de medios”, dijo Alison Amick, curadora en jefe de Intuit.
El museo tendrá más programación a lo largo de la exposición, que cierra el 8 de enero del 2023.
Jacqueline Serrato es la editora-en-jefe del Weekly.