Está nota fue publicada por City Bureau el 21 de enero del 2025.
En una fría y nevada mañana de mediados de marzo, Marielis Yepez, de 30 años, y Adriana Valencia, de 32, buscaban a un contratista ante un mar de clientes que cargaban sus autos con sus compras en un Home Depot al suroeste de la ciudad. Las dos eran las únicas mujeres entre un grupo de más de dos docenas de hombres que esperan encontrar un día de trabajo cerca de la entrada del estacionamiento.
El contratista les había prometido a las mujeres $200 a cada una, aproximadamente $5 por hora, por una semana de trabajo de construcción, dijeron. Pero ahora, el contratista desapareció, dejando a las dos madres venezolanas a su suerte y sin pago.
“Me adapto al sistema. Eso es lo que me han enseñado”, dijo Yepez. “Y vienes aquí a trabajar en lo que esté disponible. Esa es la realidad para muchos de nosotros”.
Además de haber sido robados de sus sueldos, las mujeres y otros trabajadores migrantes en Home Depot dicen que la seguridad está interfiriendo ilegalmente con sus derechos de buscar trabajo. Sólo pueden buscar trabajo dentro de un radio de 20 pies dentro del estacionamiento, dijeron.
Cualquier jornalero visto fuera de ese área es intimidado por la seguridad, dicen los trabajadores, lo que hace imposible para Yepez y Valencia buscar más ampliamente al contratista que les debe sus sueldos.
City Bureau habló con más de una docena de jornaleros migrantes que dijeron que el robo de sueldo, los sueldos inferiores al salario mínimo y los enfrentamientos con el personal de seguridad de Home Depot —incluyendo los oficiales del Departamento de Policía de Chicago fuera de servicio— han hecho que sea precario para ellos buscar trabajo.
Durante décadas, los inmigrantes de Chicago han recurrido a trabajos informales, a menudo solicitados en las esquinas de las calles o en los estacionamientos de Home Depot, con la esperanza de ganar dinero para sobrevivir.
“Los jornaleros son cruciales para el funcionamiento y la belleza de nuestra ciudad”, dijo Miguel Alvelo Rivera, director ejecutivo del Latino Union of Chicago, un centro de trabajadores comunitario que organiza a jornaleros y trabajadores domésticos.
“Mucho de lo que hace que Chicago sea la ciudad que es ha sido realizado por jornaleros, quienes tienen que buscar trabajo en sitios de contratación en las esquinas donde se exponen a un clima de más de 100 grados, un clima de 20 grados bajo cero, tormentas de lluvia [y] nieve, porque actualmente no tenemos un sistema para asegurar que el trabajo pueda garantizarse como un derecho”, dijo.
A diferencia de las oficinas de contratación financiadas con fondos públicos en California y Texas, donde los jornaleros pueden conectarse de manera segura con los contratistas y negociar las tarifas de pago, la industria de jornaleros de Chicago está plagada de robo de sueldo, condiciones de trabajo inseguras, violencia física y explotación, según hallazgos de City Bureau.
Las personas que ingresan al sector de los jornaleros no siempre conocen las leyes sobre el salario mínimo. Algunos reciben un sueldo mucho menor al que se les prometió al comienzo del día, mientras que otros pueden terminar un día completo de trabajo y terminar sin recibir ningún pago, dijeron los organizadores y los trabajadores.
“Una de las formas de prevenir y reducir realmente estos abusos en estas situaciones es si se regula y formaliza el trabajo de los jornaleros”, dijo Alvelo Rivera. “Y si se conecta a las personas y se crean espacios para que busquen trabajo de manera segura”.
Es difícil obtener datos nacionales recientes sobre el trabajo de los jornaleros; un estudio nacional inusual sobre el tema se llevó a cabo en 2006 y encuestó a 2,660 jornaleros. El estudio encontró que casi la mitad de todos los jornaleros habían experimentado robo de sueldo en los dos meses anteriores a la encuesta. Casi la mitad, el 48%, había experimentado un pago insuficiente por parte de los empleadores durante el mismo periodo, según el estudio.
Una encuesta de 2021 de 411 jornaleros en Denver encontró que el 62% de esos trabajadores habían experimentado robo de sueldo.
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‘No nos sentimos seguros cuando salimos a trabajar’
Yepez y Valencia comenzaron a trabajar como jornaleras en cuanto llegaron a Chicago el año pasado.
Yepez dejó a su hija de 10 años y a dos hijos, de 13 y 4 años, en Venezuela. Valencia llegó a Estados Unidos con sus hijas de 1 y 11 años.
Yepez y Valencia no califican para el Estatus de Protección Temporal (TPS por sus siglas en inglés), un programa federal de inmigración que permite a las personas permanecer en Estados Unidos y obtener permisos de trabajo cuando no es seguro para ellas regresar a sus países de origen. Para que los venezolanos califiquen, deben haber llegado a Estados Unidos el 31 de julio de 2023 o antes.
Ninguna de las dos tiene un permiso de trabajo, que demora un promedio de seis meses en recibirse cuando se solicita el TPS, según la guía del Departamento de Seguridad Nacional.
Al no tener una autorización de trabajo legal, buscan trabajos de jornaleras para sobrevivir.
“El trabajo aquí es duro”, dijo Valencia. “No nos sentimos seguras cuando salimos a trabajar. Hay que estar alerta todo el tiempo”.
Yepez y Valencia han visto a contratistas que llegan temprano y sólo llevan mujeres con ellos, dijeron. Tienen miedo a ser víctimas de trata de personas.
También les preocupa herirse haciendo trabajos de construcción, en los que tienen poca experiencia.
Ambas mujeres han hecho trabajos de plomería, electricidad, instalación de paneles de yeso y techado; todos requieren nuevas habilidades que han aprendido en el trabajo, dijeron. Este tipo de trabajo suele pagarles unos $80 al día. Se supone que gran parte del trabajo está restringido a los trabajadores que tienen licencia en sus respectivos campos después de una formación y certificación documentadas, según la ley de Illinois.
“Cuando hacemos trabajos de techo, no nos dan ninguna medida de seguridad”, dijo Yepez. “No estamos protegidas. Necesitamos subir a los techos y no tenemos arneses”.
Aunque son conscientes de los peligros, su necesidad de ganarse la vida supera los riesgos, señalaron. Recientemente, ambas hicieron trabajos de demolición en una casa donde tuvieron que descargar 50 bolsas de concreto.
“Nos sentimos impotentes. Pero, ¿qué podemos hacer?”, preguntó Valencia. “Debemos seguir viniendo porque tengo dos hijas y necesito mantenerlas”.
Además de la tensión y la incertidumbre, Yepez está separada de sus hijos por primera vez. Viven con su madre en Venezuela y ella envía dinero a casa todas las semanas, dijo.
“Estar sin ellos ha sido muy, muy duro”, dijo Yepez. Se mantiene en contacto por videollamadas, pero “se me parte el corazón al escucharlos decirme que me extrañan”, dijo.
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Condiciones duras
Eduardo Cisneros, abogado principal de Legal Aid Chicago, dijo que los contratistas se aprovechan de los trabajadores lentamente, utilizando tácticas como la fuerza y la coerción.
“Durante la primera semana… todo está bien. Les pagan”, dijo Cisneros. “Siguen volviendo. Se les pide que trabajen más. Y luego llegan al final de la semana, tal vez trabajaron horas extra, o solo 40 horas, pero luego no les pagan”.
El contratista sigue prometiéndoles que les pagarán, por lo que los trabajadores siguen volviendo.
Jeison Rendón, de 24 años, tiene experiencia de primera mano en perder el pago prometido.
Llegó a Chicago en noviembre de 2023 y rápidamente comenzó a conseguir trabajo de jornalero en el estacionamiento de Home Depot, dijo.
El robo de sueldo ocurre con frecuencia, dijo Rendón. Ha habido días en los que trabaja al menos ocho horas y termina cobrando el equivalente a $5 por hora, muy por debajo del salario mínimo por hora del estado de $15.
“Hay gente mala que te contrata, pero no te dice cuánto te van a pagar”, dijo Rendón. “Confías en que te van a pagar entre $120 y $140, pero sólo te dan $40 o $50”.
Evelyn Vargas, ex directora de organización de Latino Union of Chicago, dijo que “es muy, muy poco común que la gente luche” contra el robo de sueldo. El trabajo de Vargas para el sindicato incluía educar a los migrantes sobre los derechos laborales.
“Existe el miedo a que se produzcan daños físicos y corporales”, dijo Vargas. “También hay un sentido de ‘no sé cómo’ y ‘no sé por dónde empezar’. Es abrumador”.
Junto con la explotación laboral, los elementos de fraude, fuerza o coerción escala la situación hasta llegar a casos de trata de personas, dijo Cisneros. Las amenazas de daño físico o legal también juegan un papel. “Por lo general, la amenaza de deportación es lo que los mantiene en esa situación para seguir trabajando”, dijo Cisneros.
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Opciones para los trabajadores
Hay tres vías para que los jornaleros presenten quejas contra los empleadores: a través del Departamento de Asuntos Empresariales y Protección del Consumidor de Chicago, el Departamento de Trabajo de Illinois o la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional federal.
Los funcionarios del departamento han tratado de facilitar que los jornaleros y los trabajadores migrantes presenten quejas sobre el robo de sueldo y otros abusos, dijo Jason Keller, subdirector del departamento de trabajo estatal. Eso incluye no exigir a las personas que revelen su estatus migratorio; proporcionar recursos sobre los derechos de los trabajadores en varios idiomas; realizar actividades de divulgación entre los trabajadores; y comunicarse con organizaciones de defensa para ayudar a presentar quejas, dijo Keller.
Los funcionarios también se han asociado con la Coalición de Illinois para los Derechos de los Inmigrantes y Refugiados (ICIRR por sus siglas en inglés) para crear programas de educación y divulgación específicamente para los migrantes. Los temas de estos talleres incluyeron el trabajo infantil y las leyes de protección de los trabajadores.
A pesar de eso, el número de quejas presentadas por jornaleros no va en aumento, dijo Keller. Entre el 3 y el 4% de las quejas recibidas por el departamento estaban relacionadas con la Ley de Servicios Laborales Temporales y Jornaleros, dijo Keller. “Los jornaleros pueden tener miedo de presentar una queja y, como sucede con muchas de nuestras leyes, los trabajadores no quieren confrontaciones”, dijo Keller. “Muchos de los trabajadores están en posiciones vulnerables debido a su estatus migratorio o necesitan desesperadamente sus trabajos”.
Jane Flanagan, directora del Departamento de Trabajo de Illinois, recomienda que los jornaleros registren información básica sobre sus trabajos para evitar posibles abusos, como el robo de sueldo, y facilitar la denuncia de cualquier violación. Por ejemplo, los trabajadores podrían registrar información como el nombre de quien contrató al trabajador, la ubicación del trabajo y las placas del vehículo del contratista, dijo.
Si un trabajador tiene un reclamo de sueldo por ese trabajo, el Departamento de Trabajo puede usar esa información para rastrear a los contratistas que violan la ley, dijo Flanagan.
Organizaciones como Latino Union of Chicago y Raise the Floor Alliance se conectan rutinariamente con trabajadores migrantes para brindarles recursos sobre sus derechos.
Los organizadores del Latino Union of Chicago han estado visitando Home Depots en toda la ciudad para compartir información sobre los derechos laborales con los solicitantes de asilo que trabajan como jornaleros. Con opciones como un chat grupal para que los migrantes compartan oportunidades de trabajo y contratistas que deben evitar, la organización busca construir vías de comunicación entre los trabajadores.
Rendón es parte del chat del Latino Union y dijo que lo ayuda a sentirse más seguro y como si otros lo respaldan.
Rendón también ha hecho amigos en Home Depot. Juntos, informan a los recién llegados sobre las leyes laborales y se mantienen alerta sobre los contratistas que pagan menos del mínimo.
“Después de un par de malas experiencias, ahora primero preguntamos cuánto nos van a pagar”, dijo Rendón.
Después de un año de trabajo jornalero, Yepez dijo que sigue siendo optimista.
“Doy gracias a Dios, porque, a pesar de todo, he aprendido muchas cosas”, dijo Yepez. “Sé que alguien vendrá y nos dará trabajo como debe ser”.
En cuanto a Rendón, no planea quedarse si las oportunidades no mejoran, dijo.
“Estoy aquí con mi esposa y dos hijos, pero me quedaré aquí sólo hasta fin de año”, dijo. “Si no pasa nada, entonces me iré a Colombia”.
Encuentre más información sobre el trabajo migrante a cargo de los becarios de Reporte Ciudadano de City Bureau aquí, incluyendo la guía Conozca sus Derechos, publicada en colaboración con el Latino Union of Chicago. Apoye a la beca Reporte Ciudadano de City Bureau convirtiéndose en un donador recurrente.
Erika Pérez nació y creció en el barrio de Hermosa. Fue editora ejecutiva de La DePaulia, un periódico bilingüe dirigido por estudiantes de la Universidad DePaul, donde también se graduó con una licenciatura en comunicaciones y medios latinos. Participó en la serie de invierno de 2024 de la Beca de Reporte Ciudadano de City Bureau, donde su equipo se centró en cómo decenas de miles de inmigrantes recién llegados estaban encontrando trabajo.
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