Originally published on April 14, 2020, in English
Traducido por Gisela Orozco
Inmortalizadas en “The Jungle”, una novela de Upton Sinclair publicada en 1906, las fábricas de carne que convirtieron a Chicago en “el carnicero de cerdo para el mundo”, también le dieron nombre a el barrio de Las Empacadoras.
Y aunque dejaron la ciudad hace casi cincuenta años, el olor de la industria aún persiste.
“Hay un dicho en Las Empacadoras”, dijo Billy Drew, cofundador de Neighbors for Environmental Justice. “‘No es solo un lugar. Es un olor’”.
El distrito de Union Stockyards cerró en 1971, pero el barrio de clase trabajadora ubicado al suroeste de la ciudad, está rodeado de este a sur por terminales ferroviarias, donde los trenes inactivos emiten gases del escape de diésel que aumentan en un factor de 10, la probabilidad de padecer cáncer, según una investigación del Chicago Reporter.
“Para las personas que han crecido aquí, estar rodeadas de contaminación ambiental es parte de su entorno”, agregó Drew.
En el vecino McKinley Park, las quejas por sufrir náuseas, dolores de cabeza y asma aumentaron después de la construcción de planta MAT Asphalt en 2018. Varios residentes han informado que han visto camiones que transportaban asfalto sin lonas, lo que ocasiona que el polvo se esparza por el aire.
MAT sostiene que la planta no perjudica al medio ambiente y que funciona bajo los límites legales de dióxido de carbono y de material particulado (partículas de polvo peligrosas). Los residentes disputan esta información y han presentado 160 quejas acerca del olor y del humo visible, entre otras violaciones, según reportó WTTW. Para las personas que viven a la sombra de la contaminación industrial, no hay peor momento para una pandemia. El 20 de marzo, el gobernador J.B. Pritzker emitió en Illinois la orden de quedarse en casa debido al brote de COVID-19.
Aunque el virus puede invadir incluso al sistema inmunológico más saludable, independientemente de la raza o clase social, los primeros informes muestran que las comunidades de color se ven perjudicadas de manera desproporcionada. Una investigación de WBEZ encontró que en Chicago, el setenta por ciento de las ochenta y seis personas confirmadas que murieron por COVID-19, eran afroamericanas a pesar de que los afroamericanos sólo representaban el veintinueve por ciento de la población de la ciudad. (Los números para los residentes latinx aún no están claros, ya que parece que la oficina del médico forense puede haber contado a muchos como “blancos”).
Los expertos en salud pública generalmente están de acuerdo que la salud no se basa solamente en la genética y las decisiones personales. También en factores atenuantes conocidos como los “determinantes sociales de la salud”, que la Organización Mundial de la Salud define como “las condiciones en que las personas nacen, crecen, trabajan, viven y envejecen, y el conjunto más amplio de fuerzas y sistemas que configuran las condiciones de la vida diaria”.
“El lugar donde vives tiene una gran influencia en tu estado general de salud”, explicó la Doctora Susan Buchanan, profesora clínica asociada de ciencias ambientales y de salud ocupacional en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Illinois en Chicago (UIC por sus siglas en inglés).
“Y no solo en términos del medio ambiente —el aire que respiramos—, sino también en términos de otros factores estresantes que ocurren en el área donde vive, incluidos los llamados desiertos de comida, la violencia, la falta de saneamiento decente y la falta de vivienda”, aseguró.
En Chicago, los afroamericanos y los latinos experimentan mayores tasas de pobreza y viven en barrios que reciben una fracción de la inversión que tienen los barrios mayoritariamente anglosajones.
También tienen muchas más probabilidades de vivir cerca de la contaminación industrial y de padecer asma, según el Departamento de Salud Pública de Chicago.
Una diferencia en el código postal puede resultar en una diferencia de la esperanza de vida de hasta treinta años.
Todos estos factores contribuyen a tasas más altas de asma, obesidad, diabetes, derrames cerebrales, depresión, enfermedades cardiovasculares y otras enfermedades, dijo Buchanan.
Y dado que COVID-19 es una enfermedad respiratoria que causa neumonía, la contaminación existente puede agravar la situación.
“Si vives en un área donde la calidad del aire es deficiente, tus pulmones ya estarán estresados, por lo que puede tener un mayor riesgo de COVID-19”, agregó.
Cuando respirar puede ser mortal
Para las personas que respiran aire contaminado, las enfermedades respiratorias pueden ser aún más mortales. En 2003, los pacientes chinos con SARS, una especie similar al coronavirus, tenían el doble de probabilidades de morir por la enfermedad si vivían en un área con alta contaminación del aire, según un estudio publicado en la revista Environmental Health.
Un estudio preliminar de estadísticos afiliados a la Escuela de Salud Pública T.H. Chan afiliada a Harvard y que aún se encuentra en proceso de revisión, descubrió que a partir del 4 de abril, un aumento pequeño en la contaminación por partículas se asocia con una tasa de mortalidad por COVID-19 en quince por ciento más alta.
Juliana Pino, directora política de la Organización de Justicia Ambiental de La Villita (LVEJO por sus siglas en inglés), ha notado los efectos de la contaminación industrial en la salud de dicha comunidad, mayoritariamente latina, y considera que los problemas están entrelazados.
El 11 de marzo, Pino tuiteó: “#coronavirus y #COVID19 son un problema de #justiciaambiental. ¿Dónde cree que viven miles de ancianos con sistemas inmunes comprometidos, enfermedades respiratorias y cardíacas y otras llamadas ‘co-morbilidades’ causadas por la contaminación + el racismo con ‘mayor riesgo’?”.
Conocidos por ayudar a que se cerraran las plantas de carbón Crawford en La Villita and Fisk en Pilsen en 2012, LVEJO ha cambiado rápidamente sus prioridades, pasando del activismo comunitario a educar sobre COVID-19 y realizar acciones de trabajo, como estar al pendiente de las personas de la tercera edad, ofrecer transportación para que acudan a las citas médicas y recopilar recursos de salud pública en tanto en español como en inglés.
La demolición de la chimenea en La Villita
El 11 de abril, Hilco Redevelopment Partners demolió una chimenea en la extinta estación de generación de energía Crawford en La Villita, levantando nubes de polvo de carbón —polvo acumulado por casi un siglo—, en un barrio que sufre el impacto de enfermedades inducidas por la contaminación.
“La demolición de grandes estructuras cerca de áreas residenciales debe llevarse a cabo con el máximo cuidado para controlar las emisiones de polvo. El polvo de las instalaciones más antiguas puede contener muchas sustancias nocivas, como plomo, mercurio, PCB y otros productos químicos cancerígenos”, dijo Buchanan.
Hilco niega que el plomo y el asbesto se hayan propagado en la demolición, pero no proporcionó evidencia, según Block Club.
Los residentes aseguran que ni Hilco ni el concejal del distrito 22, Mike Rodríguez, les avisaron de manera adecuada de la demolición, que se espera, allane el camino para un almacén de Target y una instalación de distribución de 1.2 millones de pies cuadrados que hará que transiten diariamente por el barrio docenas de camiones diesel.
Como resultado, LVEJO exigió que la municipalidad detenga la demolición en curso de la planta, y que la Oficina del Asesor del Condado de Cook rescinda la exención de impuestos de $19.7 millones que recibió Hilco en 2019. La municipalidad se movilizó rápidamente; al día siguiente, la alcaldesa Lori Lightfood emitió una orden para parar la obra.
Los posibles impactos en la salud ocasionados por la demolición empeoran la situación ya precaria en la que se encuentran muchos residentes de La Villita.
“[Los vecinos] están realmente preocupados por la seguridad en su hogar y lugar de trabajo”, dijo Pino al Weekly. En La Villita, algunos vendedores ambulantes solo ganan $20 al día por lo que no pueden darse el lujo de no trabajar.
Otros trabajan en industrias “esenciales”, como son el servicio de alimentos, la construcción y la distribución de almacenes, donde las horas son largas y las medidas de distanciamiento social no se siguen adecuadamente.
Además de eso, muchas personas no tienen acceso a máscaras protectoras, guantes y artículos de limpieza y, debido a los cortes en el servicio de agua potable que ocurrieron durante la administración de Rahm Emanuel y que continuaron en la de Lightfoot, ni siquiera pueden lavarse las manos, dijo Pino.
“La pandemia realmente se está duplicando en estas comunidades y está causando daños adicionales; la gente ya vivía emergencias de salud pública”, enfatizó.
Las personas que se encuentran prisioneras en la Cárcel del Condado de Cook, una de las más grandes en EEUU, también están en riesgo. Hasta el 12 de abril, 306 detenidos y 218 miembros del personal han dado positivo en COVID-19, según la Oficina del Sheriff del Condado de Cook.
Las medidas de higiene son prácticamente inexistentes debido a la escasez de equipos de protección personal y como resultado, los reformadores de la justicia penal pidieron la liberación en masa de los detenidos que solo están allí porque no pueden pagar la fianza.
Debido a que la cárcel se encuentra en La Villita, las personas encarceladas han sido igualmente susceptibles a la contaminación industrial.
“Respiran el mismo aire, por lo que puede suponer que esas personas también se ven afectadas por la dificultad respiratoria”, puntualizó Pino.
Además, según los organizadores de la justicia ambiental, el problema de la contaminación puede empeorar durante la pandemia.
El 26 de marzo, la Agencia de Protección Ambiental de EEUU (EPA por sus siglas en inglés), suspendió la ejecución de las leyes ambientales, omitiendo las regulaciones sobre plantas químicas, refinerías de petróleo y todas las demás corporaciones en un futuro próximo.
A nivel local, la organización Neighbors for Environmental Justice presenció una audiencia de la EPA en Illinois (IEPA), para la planta de asfalto MAT, pautada para efectuarse el 23 de marzo y pospuesta hasta nuevo aviso debido al brote de COVID-19.
La reunión comunitaria estaba destinada a recaudar y escuchar comentarios públicos sobre el borrador de la IEPA para el permiso de operación de diez años para MAT, pero sin fecha, por lo que podría tomar varios meses más decidir el destino de la planta, que continúa operando a pesar de que su permiso de construcción está vencido.
Al igual que LVEJO, Neighbors for Environmental Justice busca trabajar para ayudar a los vecinos en McKinley Park, Brighton Park y Las Empacadoras.
Algo más que ‘quedarse en casa’
Para sortear la pandemia, la municipalidad tendrá que hacer algo más que decirle a la gente que se quede en casa, aseguró Pino. Además de la situación en las cárceles de todo el estado y dar acceso al agua a quienes cuyos servicios públicos han sido cerrados, Pino cree que la municipalidad necesita personalizar la respuesta COVID-19 a las necesidades y realidad de las comunidades menos protegidas.
“Necesitamos ver una guía detallada para comunidades como La Villita, donde tenemos consecuencias de contaminación y niveles más altos en dificultades respiratorias, que se brinde atención médica durante la pandemia y mejores prácticas para la convivencia y la vida colectiva que se traducen en todos los idiomas donde eso sería aplicable”, agregó Pino, mencionando que muchos hogares de inmigrantes son multigeneracionales. “Eso es realmente importante, esta (información) no puede darse solo en inglés”.
Pino también apoya el “acceso prioritario a las pruebas” de COVID-19 para personas con condiciones de salud preexistentes, suspendiendo la aplicación de la ley de inmigración y enviando el pago de estímulo a todos los habitantes de Chicago, “sean indocumentados o no”.
De estas peticiones, hasta el momento la municipalidad solo ha respondido a la de las pruebas.
El 6 de abril, la alcaldesa Lightfoot anunció la creación de un “equipo de respuesta rápida de equidad racial”, que desplegará a los trabajadores que generalmente se usan para prevenir la violencia de pandillas para realizar controles de bienestar en personas mayores de cincuenta años y personas con condiciones de salud subyacentes en el sur y el oeste de Chicago.
“La asistencia incluirá monitoreo de síntomas, pruebas y participación proactiva en el cuidado de la salud”, dijo la alcaldesa en una conferencia de prensa.
“Este equipo se integrará en el centro de operaciones de emergencia de la municipalidad al igual que todos nuestros otros grupos de trabajo han estado luchando día y noche para combatir esta enfermedad”, aseguró.
Hasta el momento de esta publicación, la municipalidad no había respondido a las solicitudes de información sobre si estaban desplegando recursos adicionales específicamente en vecindarios con altas tasas de contaminación del aire o de asma y otras enfermedades respiratorias.
El concejal del distrito 25 Byron Sigcho-López y el concejal de distrito 2 Brian Hopkins, hicieron la petición al gobernador Pritzker y a la alcaldesa Lightfoot que suspendan las operaciones en las trituradoras de chatarra en Pilsen y Lincoln Park.
Para impulsar esta agenda, LVEJO se ha asociado con varias organizaciones como Southeast Environmental Task Force, Neighbors for Environmental Justice, People for Community Recovery, Organized Communities Against Deportation, y el Chicago Community Bond Fund. Sin embargo, actualmente las oportunidades para organizarse en persona son limitadas, si no es que imposibles.
Más importante que el distanciamiento social
Como médico de medicina ocupacional en la clínica de salud para empleados de la UIC, la Dra. Buchanan es testigo de los efectos de COVID-19.
Desafortunadamente, quedarse en casa también representa un problema de salud para las personas que viven en lugares donde hay contaminación industrial, porque el aire interior puede ser más peligroso que el aire exterior en circunstancias normales, según explicó.
Cuando el aire no circula “las toxinas se acumulan porque no pueden salir y si permaneces muchas horas dentro de tu hogar, podrías notar efectos en la salud que no habías notado antes”, detalló.
Esto, combinado con la contaminación del aire exterior que impide que muchos abran sus ventanas de manera segura, es una situación nada benéfica para muchos habitantes de Chicago.
Para mitigar posibles irritantes respiratorios, la Dra. Buchanan recomienda reducir el uso de calentadores y estufas (o abrir una ventana si es necesario), ya que estos aparatos emanan partículas que podrían perjudicar a las personas con asma.
La doctora también recomienda limpiar cualquier moho en el hogar con soluciones de cloro (concentración de no más del diez por ciento) y el uso de productos químicos no tóxicos para la limpieza y el control de plagas (la etiqueta de “opción más segura” de la EPA es una guía confiable).
Seguir las recomendaciones de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) y practicar el distanciamiento social es importante, pero promulgar políticas para proteger a los más vulnerables irá más allá en la lucha por la justicia ambiental, dijo. Recomienda presionar a los representantes federales y estatales para que aprueben políticas como la licencia por enfermedad y el apoyo para el cuidado de los niños, especialmente para los trabajadores de conciertos o eventos.
“Solo quiero asegurarme que las personas se queden en casa y se mantengan saludables y conserven sus ideales activistas para que podamos volver a salir a las calle una vez que pase esta pandemia”.
Taylor Moore es una periodista independiente que ha escrito para VICE, CityLab, Chicago Magazine, Chicago Reader y otros medios. Recientemente escribió para el Weekly un artículo sobre el Big Boss Spicy Fried Chicken de Bridgeport. La encuentras en Twitter en @taylormundo.