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Traducido por Alma Campos

La autobiografía de María Hinojosa, “Una vez fui tú: Mi vida entre el amor y el odio en los Estados Unidos”, es una cápsula del tiempo: abarca acontecimientos históricos durante las tempestuosas décadas de 1960 y 1970 hasta los sucesos actuales en la década de 2020. Su libro analiza la actitud en los Estados Unidos hacia los inmigrantes a lo largo de la historia e Hinojosa narra su vida desde que llegó a este país de niña. Sus cuentos personales hacen conexiones de lo que realmente significa ser inmigrante en los Estados Unidos. 

Hinojosa nos muestra las distintas caras de los Estados Unidos: “Nuestra actitud hacia los inmigrantes que vienen aquí a trabajar, ya sea por decisión propia o por la fuerza, es de doble filo”. La historia la escriben los ganadores, y los Estados Unidos no es una excepción”. Analiza las palabras de la Declaración de Independencia, que en su mayoría se aplicaban a los hombres anglosajones, y examina el blanqueamiento de los primeros colonizadores.

“La historia nos muestra la verdad”, escribe Hinojosa, “o más bien, una versión de la historia de Estados Unidos contada desde una perspectiva limitada reitera la ‘verdad’ que nos quieren hacer creer”. Incluso la trata transatlántica de esclavos, justificada como la fuerza impulsora detrás de la economía de Estados Unidos, está escrita desde la “perspectiva del privilegio del hombre blanco”, ya que más bien se le debería llamar una “red de trata de personas patrocinada por el gobierno”, escribe.

¿Qué significa ser estadounidense? Hinojosa nació en la Ciudad de México en 1961.

Su padre, el Dr. Raúl Hinojosa, fue seleccionado por la Universidad de Chicago para continuar su investigación sobre el hueso temporal. Hinojosa comprende que la inmigración de su familia a los Estados Unidos sólo fue posible gracias a la trayectoria profesional de su padre: “mi padre formó parte de la apertura de este país hacia algunos inmigrantes”, escribe. Hinojosa sabe que ésta no es la típica historia inmigrante. 

El Dr. Hinojosa no entendía el lugar que ocupaba su familia en la disfunción racial de los Estados Unidos: ¿él era ‘blanco’ o ‘de color’? Originario de Tampico, su padre era un hombre de pueblo abrumado por este nuevo mundo. Había letreros que decían, “No perros, irlandeses, o mexicanos” que dictaban quién podía usar las fuentes de agua para tomar, dependiendo de si eras blanco o negro. ¿Cual era el lugar de los Hinojosas en este país?

Su madre y hermanos emigraron a Estados Unidos en 1962, obteniendo tarjetas de residencia permanente al mismo tiempo que podían mantener su ciudadanía mexicana. Se unieron a Raúl y se establecieron en el vecindario de Hyde Park pero, a diferencia de otros inmigrantes, Hinojosa podía visitar su lugar de nacimiento: su familia visitaba la Ciudad de México los veranos. Describe a la ciudad como “un bello producto del caos del enfrentamiento entre las avanzadas civilizaciones de los mayas y aztecas que chocaron con la llegada de los españoles… un rompecabezas multicultural”.

La idea de que el racismo desempeña un papel en la realización del sueño americano no la ignora Hinojosa. Aborda la dinámica racial en los Estados Unidos y la dicotomía del “inmigrante bueno y el inmigrante malo” que se basa en el crecimiento económico del país. Cuando al país le va bien, los inmigrantes son considerados trabajadores, pero en la otra cara de la moneda, a los inmigrantes los convierten en chivos expiatorios durante las recesiones económicas. 

Describiendo a su familia, escribe: “No éramos ‘americanos’, pero si manteníamos la boca cerrada a veces podíamos ‘pasar’”. Existe una jerarquía racial y para ser aceptado como estadounidense hay que adquirir cierto grado de blancura. Hinojosa entiende que podría ser percibida como blanca en diferentes contextos y que tiene cierto grado de privilegio pero, al final del día, sentía que no podía ser aceptada según los estándares de los Estados Unidos o incluso de México.

“Los primeros años de mi vida habían sido aquí, en los Estados Unidos, en Chicago, con cielos grises, inviernos gélidos, cuevas y colinas de hielo, veranos húmedos y vaporosos, personas negras y [música] Motown”, escribe. “No en la Ciudad de México, con palmeras y el Popocatépetl, vendedores ambulantes, y mis tías, tíos y primos”. 

Incluso durante su adolescencia, Hinojosa discute con su novio cuando éste intenta decirle que ella es estadounidense: “¡Eres realmente ‘americana’! ¿Por qué no puedes aceptarlo?”. La trayectoria de Hinojosa para encontrar su voz también se basa en su binacionalidad, como ella misma escribe, “ser binacional requería un jiujitsu constante para navegar las expectativas de los demás, y era agotador.”

Pero a lo largo del libro, Hinojosa expresa la importancia de la comunidad y la familia para entenderse a sí misma y construir el camino hacia su carrera periodística. Durante su tiempo estudiando en Barnard College de Nueva York en los años 80, fue una estudiante activista y creó su propia comunidad de personas radicales, queer, feministas revolucionarias, refugiados de guerra y demás. 

Empezó como presentadora de radio en WKCR en Barnard, y desde entonces, Hinojosa ha cubierto las redadas de ICE, el abuso en los centros de detención de inmigrantes, la violencia juvenil, DACA, y más; ella ha reportado para PBS, CBS, WNBC, CNN, NPR. Recientemente, Hinojosa fue reconocida en el Festival Sor Juana en el Museo Nacional de Arte Mexicano en el barrio de Pilsen en Chicago. El festival celebra el legado de Sor Juana Inés de la Cruz, una monja mexicana del siglo XVII que luchó por el derecho de la mujer a la educación, y rinde homenaje a los logros de las mujeres mexicanas “de ambos lados de la frontera”.

Hinojosa continúa llamando la atención a puntos de vista que son poco representados en los medios de comunicación convencionales. Escribe: “Soy esa inmigrante mexicana que siempre busca a otros como yo en todas partes, buscando visibilidad en los demás”.

Como hija de inmigrantes congoleños, me identifiqué con las experiencias de Hinojosa: desde ser la “inmigrante agradecida” y formar parte del exclusivo club de “madres y padres que hablaban con acentos fuertes” y ver el programa de 60 Minutes en familia durante la cena. Es importante no solo sacar a la luz los problemas que como país preferimos mantener ocultos, sino también humanizar a las personas que hay detrás de esas historias”. Como reportera, Hinojosa ha conseguido humanizar la voces más allá de los titulares y su libro no es una excepción.

“Una vez fui tú” es una autobiografía maravillosamente escrita que a menudo parece una ficción literaria. Cada página fluye hacia la siguiente a medida que sus memorias abarcan la infancia y la edad adulta. El libro capta las diferencias entre sus dos hogares: La Ciudad de México, “loca, colorida, atormentada pero amorosa”, y los “cielos azul grises y los árboles que cambian de color” de Chicago. 

En algunas instancias, Hinojosa idealiza su epoca en la universidad, y en algunos momentos no profundizó lo suficiente, por ejemplo, en cuestión a la discriminación por el tono de piel, ya que sólo menciona brevemente la desconfianza de sus padres hacia los negros estadounidenses o el hecho de que Hinojosa tiene la piel clara y, en ocasiones, podría pasar por blanca. Aunque Hinojosa no abordó estos temas a profundidad, “Una vez fui tú” sigue siendo una lectura profunda que es relevante mientras el país sigue sumido en la tensión racial.

Hasta que los estadounidenses no aborden los esqueletos que tienen en el armario, seguiremos siendo una nación dividida y llena de promesas incumplidas. “Si no pueden aceptar este color [de piel], quizá no pueden con nosotros”, escribe Hinojosa.

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