Jimmy Soto Credit: Jim Daley

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El 14 de diciembre, Jimmy Soto y su primo David Ayala salieron del Centro Correccional de Stateville después de 42 años de prisión en los que se esforzaron por comprobar su inocencia. Al momento de ser liberado, Soto era el preso más duradero con una condena injusta en la historia de Illinois. 

La semana pasada, un juez del Condado de Cook anuló la sentencia de Soto, alegando que ni él ni Ayala recibieron la asistencia legal adecuada. La fiscal del Condado de Cook, Kim Foxx, se negó a volver a juzgar a Soto por falta de pruebas.

Soto fue condenado en 1981 después de que los fiscales afirmaran que cometió un doble asesinato de una joven pareja bajo orden de Ayala. Soto fue condenado a pesar de que no había testigos ni pruebas físicas que lo relacionaran con el crimen. 

Conozco personalmente a Jimmy Soto. Ambos fuimos estudiantes del programa Northwestern Prison Education Project (NPEP, por sus siglas en inglés), una iniciativa de la Universidad Northwestern que ofrece una educación de artes liberales a estudiantes encarcelados en Illinois. Nos graduamos en noviembre. 

Soto es amable y generoso, muy educado y se preocupa por las demás personas. Es humilde y un hombre de integridad y principios. Esas cualidades son difíciles de encontrar en un hombre, y menos en alguien que ha pasado los últimos 42 años tras las rejas luego de ser condenado injustamente. Lo entrevisté poco antes de ser dejado en libertad.

“Nunca había ido a juicio por algo”, me dijo Soto. “Era joven, sólo tenía 19 años. No tenía ni idea sobre lo que estaba pasando. Un abogado tiene que tener un título universitario, pasar por años de entrenamiento y estudio. Luego tiene que pasar el examen de acceso a la abogacía, pero las cortes esperan que sepas prácticamente lo mismo que tu abogado o hasta más. Tú eres el que tiene que rendir cuentas. Tú eres responsable, legalmente, de lo que hace tu abogado. Las cortes no tienen a tu abogado como responsable de los errores e insuficiencias, te tienen a ti como responsable. ¿Cómo un chico de la calle va a saber más que su abogado? El sistema está diseñado para que fracases”.

El problema está en el procedimiento. Entender el procedimiento es la puerta de entrada a donde están las personas con el poder de determinar el destino de un acusado. Sin esa ventaja, no tienes ninguna posibilidad de que se haga justicia. “Yo le decía a todo el mundo que era inocente”, contó Soto. “Nadie me escuchaba”. 

Los obstáculos procesales impiden con demasiada frecuencia que los presos inocentes salgan de la cárcel. 

“El sistema valora más la finalidad que la precisión”, dijo Soto. “Las personas dicen que el sistema no funciona. Pero la verdad es que el sistema solo funciona como debe funcionar. Es la forma en que los de arriba impiden que los de abajo asciendan. Todo está disfrazado en el lenguaje legal rígido y estéril.”

Illinois tiene una de las tasas más altas de condenas injustas en el país. Desde 1989, al menos 2,240 personas han sido condenadas injustamente en todo el país. Illinois ocupa el tercer lugar de la lista, con al menos 225 desde entonces. Las personas injustamente condenadas han sido, en su gran mayoría, personas negras y latinas.

Aunque estos hechos deberían ser impactantes y aborrecibles para cualquier persona, en Illinois la triste realidad es que es demasiado común. El peligro de que esto sea normalizado es que los errores judiciales que destruyen tantas vidas sean aceptados como parte del sistema de justicia. 

“Esto no puede ser la norma”, lamentó Soto. “No puede ser una parte aceptable del proceso el que hombres y mujeres inocentes sufran en prisión por delitos que no cometieron, sólo para ser puestos en libertad décadas más tarde, después de los mejores años de su vida, después de sus hijos hayan crecido sin madre ni padre y sus seres queridos hayan muerto. Es inaceptable que Illinois sea el peor en el país en cuanto a mala conducta policial y condenas injustas”.

Le pregunté a Soto por qué este problema sigue afectando específicamente a las personas de Illinois.

“Honestamente, todo se reduce a la falta de voluntad política; ése es el principal impedimento”, dijo. “Oímos hablar mucho de la reforma de la justicia penal, pero nunca se hace nada. Estos políticos juegan con sus palabras. Mienten sobre hacer cambios porque saben que es lo que quiere la gente, pero luego hacen cálculos políticos y, con demasiada frecuencia, esos cálculos no aportan nada al cambio. No cambian los procedimientos para ayudar porque temen que los acusados que sí son culpables de delitos violentos vayan a aprovechar de los tecnicismos para salir de la prisión. Todo se trata de cómo esto puede afectarles en su reelección. Es cobardía política”.

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Soto me dijo que cuando entró a prisión, era joven y tenía mucho coraje, y que enseguida vio algo que cambió su trayectoria. “En mi tercer día en prisión, fuimos a la sala de cine a ver una película. Y vi a un hombre que fue apuñalado. Quedó tendido en el piso y murió desangrado. El oficial encargado no se dio cuenta hasta que terminó la película. Enseguida vi lo agresiva y violenta que puede ser la prisión, y tuve que aprender cómo navegar eso”.

Soto decidió enseguida que quería estudiar. Tomó clases vocacionales en reparación de motores y obtuvo un certificado de Joliet Junior College. Gracias a las becas Pell, obtuvo 42 horas de crédito en la Louis University y comenzó a trabajar como asistente jurídico (paralegal). “Siempre he valorado la educación”, afirmó. “Me inculcaron de niño que para tener igualdad de condiciones necesitaba una buena educación porque, como mexicano, las personas estadounidenses te menospreciaban si no eras inteligente. La educación era algo que nadie podía quitarme”.

Soto también decidió que, aunque había sido condenado injustamente, quería ayudar a otras personas. En 1988 ingresó en Jaycees, una organización de formación de líderes, y después ocupó el cargo de vicepresidente de su sección. Impartió clases de negocio, contabilidad y emprendimiento. Se ofreció como voluntario para dar clases a presos que solo hablaban español. Empezó a trabajar en la biblioteca legal de la prisión y a ayudar a otros con sus casos. Como defensor legal, Soto ayudó a conseguir 14 nuevos juicios para otros presos.

El esfuerzo de Soto por trabajar en el ámbito jurídico ha dado lugar a 20 exoneraciones y a más de 100 nuevas condenas. Ha trabajado en casi 1,000 casos y ayudado a cientos de compañeros presos. Les consiguió resultados que sus propios asesores jurídicos no pudieron conseguirles. Aquí tenemos a un hombre que fue injustamente condenado a cadena perpetua y que, sin embargo, sigue intentando ayudar a otras personas.

“Siento que estaba en la condición de ayudar”, dijo Soto. “Sé cómo es ser condenado injustamente y estar atrapado en este infierno sin ayuda y sin que nadie te escuche. No quería que nadie más se sintiera así. Esto también me ayudó a crecer y a aprender como defensor legal; aquí estaba, en prisión, ganando casos, ayudando a que hombres volvieran a casa. Sabía que podía hacer lo necesario para volver a casa. Esto me ayuda a crecer de maneras que son difíciles de explicar. He aprendido a ser menos crítico. Aprendí que el poder y el dinero no siempre van de la mano. Hay poder en la educación y en las palabras. Yo aprendí eso, y he intentado enseñárselo a los demás”.

Cuando se enteró del programa de NPEP de Northwestern, Soto supo que tenía que apuntarse. Esto le hizo recordar su tercer año en la secundaria Quigley South Preparatory Seminary School. “Tuvimos un día de reclutamiento de universidades”, dijo. “Había un estudiante de cuarto año de la universidad de Notre Dame con una chamarra anaranjada y unos panfletos de color dorado. Yo tenía muchas ganas de ir a la universidad”. 

Soto fue aceptado en el programa de NPEP, y se convirtió en uno de los 20 seleccionados de entre cientos de estudiantes.

“La visión de la profesora Jennifer Lackey sobre la educación superior para hombres y mujeres en prisión es increíble”, dijo Soto, refiriéndose a la profesora que fundó el NPEP. “Me enseñaban los mismos cursos que se imparten en el campus de la Universidad Northwestern. En la prisión te quitan tantas cosas. Este programa te devuelve el sentido de que eres un ser humano. He forjado relaciones duraderas con personas que de otro modo nunca habría conocido. Jennifer Lackey trató de construir para nosotros un sentido de comunidad”.

Soto tomó recientemente la prueba LSAT, lo que lo convirtió en la primera persona encarcelada en la historia de Illinois en hacerlo. Le pregunté qué tal le había ido.

“No me gusta presumir, pero me fue bien. Estaba nervioso, pero me fue bien”, dijo. “Quiero estudiar derecho. No hace falta hacerse licenciado para ayudar a alguien; yo lo he hecho todo el tiempo que he estado en prisión, pero quiero pasar el examen de acceso a la abogacía. Incluso los que no son inocentes necesitan ayuda. Como las personas condenadas a cadena perpetua que no deberían estar en prisión. Cuando una persona está en prisión durante años y años y la persona ha cambiado y se ha rehabilitado y ya no es un peligro para la sociedad, sólo se está malgastando el dinero de los impuestos y robandole a la sociedad alguien que será una adición productiva y fuerte en la sociedad. ¿Cómo podemos esperar que estas personas hagan bien si nosotros, como sociedad, no hacemos mejor?”.

¿Qué se puede hacer, le pregunté, para arreglar el sistema judicial penal?

“Hay que modificar algunas cosas, como los procedimientos de apelación para que los presos puedan presentar alegaciones de inocencia, e incluso el proceso posterior a la condena”, dijo. “Hay que hacer las cosas más sencillas para que se escuchen los testimonios de inocencia de los presos. Pero va más allá. Hay que fomentar la elección de fiscales progresistas como Kim Foxx, y más unidades de integridad en las condenas. Hay que crear comisiones de inocencia para investigar las condenas erróneas. En un estado como Illinois, con tanta corrupción y fabricación de pruebas, hay que darle más peso a un preso que alega inocencia, no menos. También me gustaría señalar que tenemos que asegurarnos de tener a las personas adecuadas en los procesos del sistema judicial como en la clemencia y la libertad condicional. 

Le pregunté a Soto qué es lo sigue en su vida. 

“Pasar tiempo con mi familia y amigos, obtener mi certificado de inocencia y estudiar derecho”, dijo.

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Anthony Ehlers es un escritor encarcelado en el Centro Correccional de Stateville. Puede obtener más información sobre los periodistas encarcelados a través del Prison Journalism Project.

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