Cada diciembre, bajo la lluvia o la nieve, un santuario en las afueras de Chicago, en el suburbio de Des Plaines, atrae a cientos de miles de guadalupanos de toda la región. Este año, los fieles regresaron con todas las ganas después de que cerraran el sitio en 2020 en un esfuerzo sin precedentes que respondía al COVID-19.
Conocido entre la gente como el Cerrito de Des Plaines, el altar fue rediseñado hace cinco años para ser una réplica de bronce del Cerrito del Tepeyac en la Ciudad de México, donde se dice que la Virgen de Guadalupe se apareció ante un hombre indígena llamado Juan Diego hace cinco siglos. Se cree que esta leyenda facilitó la conversión de otros pueblos originarios después de la conquista.
Antes de la imposición de la Iglesia Católica, los antropólogos creen que el cerro fue un lugar para adorar a la diosa Tonantzin, y que luego de su conversión, los mexicanos continuaron con su antiguo ritual de visitar el lugar.
La historia detrás del santuario de Des Plaines es mucho más reciente. En 1987, Joaquín Martínez, un inmigrante mexicano que vivía y trabajaba en Des Plaines, recibió una imagen de la Virgen de Guadalupe que le enviaron desde La Basílica en la Ciudad de México, según su propio relato. Se la prestó a amigos, a parroquias, hospitales y orfanatos —con reacciones contradictorias de sacerdotes locales— hasta que finalmente comenzó a buscar apoyo y a recaudar fondos para construirle un altar. El resto, como quien dice, es historia.
Es el único santuario a la Virgen afuera de la Ciudad de México que está autorizado por la Arquidiócesis de México, atrayendo a multitudes de personas cada año a pie, a caballo, en trailers y de varias otras formas, con el fin de hacer una petición religiosa, pagar una manda, o darle serenata.
La peregrinación a caballo o cabalgata —representada aquí— da inicio a las celebraciones a La Virgen, que consisten en diez días consecutivos de misas y visitas al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en 1170 North River Rd. Está organizada por el Club Los Vaqueros Unidos en Wadsworth, Illinois, y comienza con cientos de jinetes trotando tres horas por la reserva forestal de Lincolnshire antes de llegar al cerrito.
Al llegar, con banda de viento o mariachi tocando, cada jinete se turna para pasar al altar a dejarle un ramo o una rosa roja como ofrenda a la Virgen. Hacen la señal de la cruz y un sacerdote rocía agua bendita sobre el caballo y el o la jinete antes de que sigan por su camino.
Aunque no es la procesión católica a la Virgen de Guadalupe más antigua de Estados Unidos (esa es en Los Ángeles), el Cerrito de Des Plaines es el punto de encuentro religioso más asistido en el país año tras año.
Jacqueline Serrato es la editora en jefe del Weekly. También escribió del mural de La Virgen de Guadalupe. Jason Schumer es fotógrafo y el director gerente del Weekly.
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