Photo Credit: Luis Sinchi

Traducido por Gisela Orozco

Fue un año difícil para La Villita en muchos aspectos.

Debido a la pandemia, 142 personas han fallecido. Los vendedores ambulantes que la gente pensaba que eran inmortales, murieron. La implosión negligente de una chimenea dejó a las personas vulnerables tosiendo y con dolor. Los tiroteos aumentaron, con veinticuatro homicidios reportados en lo que va de este año, hasta el cierre de esta edición. Los negocios que ya estaban navegando estuvieron al borde, obligados a cerrar o a un retiro apresurado, y los locales que estaban vacíos el año pasado debido a las rentas, hoy en día siguen vacíos. Algunos respondieron a los disturbios civiles de los afroamericanos con violencia, otros con empatía. Más allá de todo, inversionistas inmobiliarios impulsados por las ganancias, plantaron sus banderas en enormes terrenos cuando nadie parecía estar viendo. 

Sin embargo, lo que esta sección muestra es que todavía hay cosas por celebrar, todavía hay gente que ayuda, todavía hay negocios que lo dan todo, todavía hay jóvenes que planean un futuro mejor, todavía hay esperanza.

Como inmigrantes, los miembros de la comunidad han aprendido que cuando las cosas están difíciles, hay que mantenerse siempre en movimiento. Pero un concepto que esta comunidad todavía está aprendiendo es que no puede seguir corriendo para siempre. No puede seguir huyendo de ICE, no puede seguir huyendo de las pandillas, no puede seguir poniendo la mejilla a la corrupción, no puede seguir evadiendo las urnas de votación, no puede seguir renunciando a su sentido de pertenencia en un lugar.

Estamos aprendiendo a plantar nuevas raíces, a defendernos, a enfrentar nuestros miedos, a cuestionar a los que están en el poder, a ayudarnos mutuamente cuando nos faltan las redes de seguridad, a organizar, a crear solidaridad, y a mirar hacia dentro. (Jacqueline Serrato)

Jacqueline Serrato es la editora en jefe del Weekly y co dirige la página más grande de La Villita en Facebook.

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Mejor despensa de comida 

Pan De Vida

Cortesía de Matt De Mateo

Por generaciones, las iglesias de La Villita han organizado despensas de comida para ayudar a alimentar a las familias en el lado oeste de la ciudad, y en medio de una pandemia global, la despensa Pan De Vida de la iglesia Nueva Vida está alimentando a miles de hogares semanalmente. Lo que hace que este centro de distribución se destaque no sólo es el volumen de alimentos proporcionados por el banco de comida Greater Chicago Food Depository, o el número de jóvenes que ayudan con la operación, sino su modelo de servicio para llevar (“drive-thru”) que minimiza el contacto humano y, por lo tanto, la propagación de COVID-19.

Dos veces por semana, los martes y viernes, a primera hora de la mañana, los autos comienzan a hacer fila a la par de una hilera de conos de tráfico sobre la avenida Lawndale, desde la calle 27 hasta la calle 31. Trabajando desde el edificio al cruzar la calle de la iglesia, que anteriormente era una tiendita de esquina con un mural de un guerrero azteca (que todavía está) —y cuya dueña se retiró cuando la pandemia obligó a cerrar todo— el personal carga las cajas de cartón en las cajuelas y asientos traseros de los autos sin que se baje el conductor. Al igual que una línea de producción, los empleados y voluntarios usando cubrebocas se turnan para servir a cada vehículo y enviarlo en su camino.

El Programa Federal de Protección de Pago (PPP por sus siglas en inglés) y donantes individuales ayudan a la iglesia a cubrir los costos de la despensa. La operación está dirigida por Abelardo Colin, quien como muchos de los otros jóvenes empleados, desarrolló habilidades de liderazgo en Nueva Vida a través de sus programas de mentoría e intervención callejera; la despensa también cuenta con voluntarios regulares de la Iglesia Comunitaria La Villita, la organización sin fines de lucro Enlace Chicago, y otros vecinos. Su esperanza es que la despensa se convierta en un elemento permanente y que continúe sirviendo a la comunidad de manera holística. (Jacqueline Serrato)

Pan De Vida Food Pantry, 2701 S. Lawndale Ave. Martes y viernes, 9 am-12 pm. (773) 762-0270. facebook.com/pandevidalavillita

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El mejor desayuno mexicano por cinco dólares

Atardecer Acalpuqueño

Cada fin de semana, Atardecer Acapulqueño, una joya escondida en la histórica área del Bulevar Marshall, atrae a familias inmigrantes con sus auténticos platillos rancheros y sus tortillas hechas a mano. El modesto estacionamiento en Cermak tiende a estar lleno a diario, especialmente por los madrugadores que aprovechan las ofertas de desayuno que terminan a las 11 am.

El restaurante familiar cuenta con un menú especial con once platillos a $5 cada uno. Mientras que estos platos tradicionales vienen sin carne, saben mucho más caros que $5. O tal vez sea sólo la nostalgia cultural, porque sabe al sazón de tu mamá o abuela. 

Los huevos pueden venir revueltos con salsa de molcajete o salsa de árbol para que esté más picante, o mezclados con tomate, jalapeño y cebolla a la mexicana, o con papas fritas, o con nopales y frijoles de la olla. Los combos son muchos, y por unos pocos dólares más, se puede agregar chorizo, o un pedazo de cecina o bistec. Las tortillas de maíz amarillas lo harmonizan todo.

Antes de la pandemia, a los ancianos les gustaba platicar y quedarse a tomar café de olla (que se hierve en una olla de barro al que se le agrega canela y a veces, otras especias). Y cuando solo quieres tomar café, hay una selección de pan dulce por si cambias de opinión.

Sea cual sea tu estado de ánimo, este restaurante estilo Guerrero es siempre una opción de calidad. (Jacqueline Serrato)

Atardecer Acapulqueño, 2906 W. Cermak Rd. Lunes a jueves, 8am–5pm; viernes a domingo, 8am–6pm. (773) 277-7198

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La mejor bótanica en la 26

Botánica La Guadalupana

Foto por Laura Ramírez

La propietaria Lidia Santoyo le da la bienvenida a los clientes de su botánica con alegría. Aunque usa un cubrebocas, es fácil notar que está sonriendo. La botánica presume tener decenas de tés medicinales y suplementos naturales para la salud y el bienestar de quienes pasan por sus puertas.

Santoyo se estableció en La Villita hace más de treinta años. Originaria de Salvatierra, Guanajuato, llegó a Chicago con un título en herbolaria y medicina alternativa. No se le permitió utilizar sus títulos porque no eran reconocidos en los Estados Unidos, y para practicar medicina alternativa se habría visto obligada a estudiar nuevamente su especialidad. Sin embargo, ella sabía la importancia de su trabajo: “En México, la gente por generaciones ha usado tés y hierbas para sanar. Me fascinó, y empecé a estudiarlos porque no se trata solamente de trabajar con ellos, sino saber para qué son buenos”. 

A pesar de no ser residente de La Villita, al día siguiente de visitar el barrio decidió que la calle 26 sería el lugar perfecto para seguir practicando sus habilidades y poner su pasión a trabajar para los demás. “Lo que me inspiró a instalarme aquí fue que hace treinta años, esta calle era principalmente de paisanos, en su mayoría mexicanos, y me gustó porque desde que hacía esto en México, pensaba que podría ayudar a la gente”. 

Durante la pandemia, Santoyo notó que los residentes de La Villita tienen la tendencia hacia lo que sus abuelos y padres ya sabían: que las plantas pueden sanar. A lo largo de la pandemia, Santoyo destacó, “Una de las cosas que más vendo son los productos que ayudan al sistema inmunológico, específicamente los que ayudan a los pulmones, la garganta, así que he tenido clientes que me lo piden porque mucha gente no tiene seguro [médico], y estas hierbas y suplementos les han ayudado a sanarse”. 

Santoyo está orgullosa del trabajo que hace. Su enfoque no son las limpias, hechizos o amarres como lo hacen otras botánicas, pero su objetivo es ayudar a las personas a recuperar su salud espiritual, física y mental. “Las personas que vienen aquí están acostumbradas a las plantas, a los suplementos naturales, y cuando alguien necesita algo esotérico, les vendemos productos como velas, santos, lociones para el amor, dinero y la suerte”, dijo.

Si buscas tés, velas, incienso, suplementos de hierbas, aguas de colonia, hechizos de mal de ojo, e incluso lociones que contienen feromonas para atraer a tu amor platónico, este es el lugar. (Laura Ramírez)

Botánica La Guadalupana, 3842 W. 26th St. Lunes a sábado, 10am–7pm; domingo, 10am–5pm. (773) 522-7430.

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Mejor organización de justicia social

Organización de Justicia Ambiental de La Villita

La primera vez que escuché sobre la Organización de Justicia Ambiental de La Villita (LVEJO por sus siglas en inglés) fue cuando era estudiante de segundo año en la Escuela de Justicia Social de la Secundaria Little Village-Lawndale. Todo su trabajo en el barrio siempre ha sido asombroso. Los miembros de LVEJO mantienen informados a los residentes de La Villita y bien representados en la lucha constante contra la contaminación.

En clase, exploramos un proyecto del que LVEJO era parte y que estudiaba el plomo en la tierra y los sitios “Superfund” en la ciudad: lugares donde las empresas tiran sus desechos y que son demasiado tóxicos para estar cerca. Y al año siguiente, me uní al Club de Justicia Ambiental, una colaboración entre mi escuela y LVEJO, admirando el trabajo que otros estudiantes habían hecho un año antes con el proyecto #NoDieselLV. En ese momento, discutimos el problema latente de contaminación de BWAY Corporation en el barrio, y persuadimos a los cuatro directores del campus de la secundaria a trabajar con Big Green Chicago para tener un jardín en la escuela. 

En algún sentido, ser parte de ese club fue una ventana para ver lo que un adolescente de color podía hacer por su comunidad. Ya sea tomando excursiones a la granja en la Ogden (ver la sección de North Lawndale para más información) o The Plant en Las Empacadoras, el grupo expuso a las mentes jóvenes a otros entornos progresistas. LVEJO es un verdadero ejemplo de unidad, hacer la diferencia y un cambio positivo en una comunidad.

Lograron cerrar la planta de carbón Crawford. Lucharon contra la expansión de la fábrica Unilever que se encuentra junto a la Escuela Primaria Zapata (desafortunadamente, esa fue una batalla perdida) y continúan organizando asambleas públicas, como la del 16 de enero del 2020, para responsabilizar a la empresa Hilco de sus fallas en el sitio de demolición de Crawford, lo que dio lugar a que el barrio estuviera cubierto de polvo y a la muerte del trabajador de construcción Reynaldo “Rey” Grimaldo.

Además de trabajar contra empresas invasoras y contaminantes, LVEJO también crea espacios verdes dentro de la comunidad. El Parque de La Villita fue su mayor logro, ya que la organización convirtió un enorme sitio de Superfund frente a la Cárcel del Condado de Cook en un espacio verde comunitario. Además, LVEJO lideró la transformación de un sitio sin cerca utilizado para depositar restos de barriles de petróleo en un pequeño jardín comunitario, Semillas de Justicia.

Todavía me sorprende lo que LVEJO ha hecho y continúa haciendo. Durante la pandemia, sus esfuerzos contra Hilco, que ha contaminando nuestro aire, han sido incansables, y también han encontrado maneras de apoyar a su comunidad durante estos tiempos difíciles, mediante la distribución de fondos de ayuda mutua para las familias que necesitan alimentos, y cocinando y entregando comida a quienes la necesitan. (Sylvia Merie Meraz, Yollocalli Arts Reach)

Organización de Justicia Ambiental de La Villita, 2445 S. Spaulding Ave. (773) 762-6991. lvejo.org.

 

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Mejor camarón frito lejos del mar

Troha’s

Cortesía de Troha’s

Mantener un negocio pequeño en el mismo lugar por 103 años te convertirá en una institución del barrio. Freír deliciosos camarones crujientes para cuatro generaciones de clientes locales también te hará popular. Los clientes habituales de Troha’s, de los que hay muchos, se apresuran a dar buenos “reviews”, y muchos dicen que el restaurante ha sido una tradición en sus familias durante décadas. Entonces, ¿cómo es exactamente que un restaurante en Lawndale, que no está cerca del mar, ha logrado cocinar algunos de los mejores mariscos de Chicago?

La calidad es parte de la respuesta: Troha’s fue fundada en 1917 con el principio de vender un plato de “chili” y un tarro de cerveza por cinco centavos. Sin embargo, la Gran Depresión hizo que aumentaran los precios de la carne que se usaba para el “chili”, por lo que en 1935 incluyeron en su menú mariscos ahumados, y después de una visita a Nueva Orleans, los propietarios decidieron comenzar a freír camarones. Los propietarios actuales, ahora en su cuarta generación, todavía prestan mucha  atención al valor de su menú. Lo notarás en tu billetera cuando sea el momento de pagar por esa media orden de comida empanizada a mano y cocinada para llevar por sólo diez dólares.

Es difícil exagerar la importancia de un sitio comunitario como este. Los negocios heredados entre familia como Troha’s actúan como espacios que son integrales para el intercambio de ideas y el fomento del crecimiento social y los vínculos comunitarios en los barrios, y son especialmente importantes en áreas donde los pequeños negocios locales son pocos y distantes entre sí. No es fácil manejar un pequeño negocio por más de cien años en cualquier lugar; Troha’s ha ayudado a los vecinos de Lawndale a capear las tormentas del “white flight” (la mudanza de los blancos), la desinversión y ahora, de COVID-19. (Molly O’Mera, The Real Chi: Free Spirit Media’s Community Newsroom)

Troha’s Chicken and Shrimp House, 4151 W. 26th St., (773) 521-7847. Domingo y lunes, 12pm–8pm; martes a jueves, 11am–8pm; viernes y sábado, 11am–9pm. chicagoshrimphouse.com

 

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Mejor centro comercial que no es una tienda departamental

Discount Mall

Foto por Gerri Fernández

Con tantas opciones para hacer compras a lo largo del corredor comercial de la calle 26, Discount Mall sigue siendo el lugar ideal para casi cualquier cosa, pero su futuro está siendo amenazado por los desarrolladores.

Discount Mall es un centro cultural masivo en La Villita, donde puedes encontrar las mejores ofertas en juguetes, zapatos, ropa vaquera, música y joyas. Lo que se encuentra aquí son cosas que probablemente no encontrarás en las tiendas como la cadena Target, que se rumora, es un inquilino potencial que un inversionista inmobiliario atraerá a la plaza. (Si necesita una Target, La Villita ya está justo entre dos).

La fachada de Discount Mall tiene pintado un enorme mural de la bandera mexicana. Tener una tienda en la que se pueden encontrar productos artesanales poco conocidos y únicos, pero culturalmente relevantes, es lo que ha contribuido a que La Villita sea el segundo distrito que más genera impuestos en Chicago, junto a la Milla Magnífica (Michigan Ave.). Ubicada en el centro de la ciudad, la Milla Magnífica no es un distrito comercial que tiene a las familias pobres o de clase trabajadora en mente, pero aquí sí.

Para muchas personas del barrio, Discount Mall, previamente reconocido como el mejor lugar para comprar literalmente cualquier cosa en en la lista de “Lo mejor del sur” del 2014, es un lugar que de alguna manera podría replicar un centro comercial como los que se encuentran en México. Es un lugar que brinda la oportunidad de aprender a crear y desarrollar un pequeño negocio y convertirse en empresarios en los Estados Unidos.

De las setenta y siete áreas comunitarias de Chicago, en La Villita tenemos una de las mayores poblaciones de niños. Como una joven latina mexicoamericana de primera generación que creció en La Villita en la década de los 90, visitaba el centro comercial casi todos los fines de semana para sumergirme en mi cultura sin tener que salir del barrio. Me sirvió como una transición y un escape de todo lo que me obligaba a americanizarme, y pude entrar y sentir la dignidad, el honor y el orgullo de venir de una cultura hecha por gente con rostros que se parecían al mío. De la misma manera, Discount Mall sirve como transición a la vida en los Estados Unidos para los inmigrantes que buscan tener una vida mejor y oportunidades para su familia.

Discount Mall es donde compré mi primer cassette de música grabado, compré algunas de mis primeras arracadas, compré mi primer par de pantalones Dickies, mi primera bandera mexicana, mis paños estampados, mi primera hebilla de letras “Old English”, mi primer placa de oro con mi nombre, y donde podría perderme mientras mi mamá compraba un mantel o cobijas San Marcos, hilo bordado, tortilleros, y por supuesto, tacos. Puedes comprarle antojitos y comida a los vendedores ambulantes que rodean el mejor centro comercial en La Villita. 

Sin embargo, debido a que el edificio se vendió a principios del 2020, su futuro es incierto. Grupos organizados como Juntos Por La Villita, Mi Villita y Únete, entre otros grupos de jóvenes activistas y vecinos, han pasado su tiempo educando a la gente del barrio sobre la gentrificación. Los vendedores se han reunido afuera del Discount Mall con el objetivo de presionar al nuevo dueño John Novak y al concejal del 12do. distrito, George Cárdenas, en cuanto a sus intenciones para el futuro del lugar; ambos han dicho que quieren atraer a los minoristas corporativos.

Algunos de los muchos puestos donde les recomiendo comprar y ayudar a preservar el espacio que hizo a muchos como yo ser quienes somos hoy incluyen: La Esmeralda (local #801), Chicago Pets (local #113), Sophie’s Shop (local  #306-307), The Bridal Shop (local #419), Cerrajería (local #230), Ceaser’s Music of Illinois (local #323-324), Tino’s Mens Wear (local #420), y D & J Jewelry (local #207). (Gloria Talamantes)

Discount Mall, 3115 W. 26th St. Lunes a sábado, 10am–7:30pm; domingo 10am–7pm. (773) 376-3700. discountmall.business.site.

 

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In Memoriam

Vendedor de raspas Don Lupillo

Don Lupillo preparando un raspa de guayaba con lechera. Foto por Jacqueline Serrato.

La Villita perdió a uno de sus vendedores ambulantes más originales al COVID-19. Lupillo Pérez servía “raspas” con mieles hechas de frutas naturales que compraba frescas y las endulzaba en casa todos los días: frutas como mango, guayaba, tamarindo, coco, grosella, fresa y piña, además de otros sabores como vainilla y café.

No compraba el hielo listo para servir, y siempre era un espectáculo cuando revelaba el bloque de hielo en su carrito que raspaba manualmente con un tradicional raspador de metal. Don Lupillo se instalaba en el mismo lugar en la calle 26 y Central Park durante dos décadas, mezclándose con el panorama de los negocios inmigrantes en el fondo. Es un shock pasar hoy por esa esquina y ya no verlo.

Unos días después de su muerte, sus nietos y vecinos empujaron su carrito de madera en un último paseo por el barrio. (Jacqueline Serrato)

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